Si hay una tarea que demanda de los hombres todas sus virtudes y ninguno de sus defectos es, indudablemente, la de gobernar. Por eso la cualidad más valerosa de un gobernante es la templanza. Un carácter templado sabe que dar rienda suelta a los naturales defectos de la condición humana, cuando se están conduciendo los destinos de una nación, puede acarrear el fracaso de un pueblo por varias generaciones.
Aunque en ocasiones la masa enfurecida, iracunda o temerosa, coloca en el solio presidencial a ciudadanos sin talento, la labor de liderar un país está reservada, en la teoría al menos, a hombres extraordinarios, personajes capaces de interpretar correctamente las circunstancias históricas que le han colocado en la cima del poder, con suficiente sapiencia y pericia para convertir las debilidades en fortalezas, las amenazas en oportunidades.
En estos tiempos turbulentos, atenazados por la feroz crisis post pandémica, el desborde de la criminalidad agravada por la cultura de violencia que se enraíza en toda la sociedad, la toma silente de nuestro territorio por parte de los haitianos, el desplome del servicio energético, la inminente quiebra del aparato productivo nacional y la práctica desarticulación del sistema educativo, los dominicanos tenemos la imperiosa necesidad de elegir en 2024 un presidente que si esté a la altura de ese desafío.
El elegido para reconstruir el país a partir de agosto de 2024 debe tener una alta capacidad de trabajo, buena experiencia en el manejo de lo público, éxito en la creación de riqueza en el ámbito privado, visión de futuro, prudencia, pragmatismo, carácter conciliador, convicciones propias y apertura respetuosa de las ajenas, y resiliencia para superar con inteligencia cualquier adversidad que se presente en nuestro camino hacia el desarrollo pleno.
Al hacer un repaso por las opciones alternativas al gobernante de turno, aunque cada uno de ellos tiene valores importantes que ofrecerle al electorado dominicano (Abel Martinez, eficiencia y audacia; Francisco Dominguez Brito, transparencia e innovación; Leonel Fernandez, experiencia y visión; Margarita Cedeño, sensibilidad y vocación de servicio) el único líder político dominicano que reúne todas las cualidades necesarias para sacar al país de la calamitosa situación en que se encuentra es Miguel Vargas Maldonado.
No voy a repetir aquí que el presidente del Partido Revolucionario Dominicano ha sido el mejor Ministro de Relaciones Exteriores de nuestra historia, ni tampoco elogiaré su fructífera gestión al frente del Ministerio de Obras Públicas. Tan solo me limitaré a expresar que Miguel Vargas tiene el extraño mérito de haber sido el mejor funcionario de un pésimo gobierno (el de Hipólito Mejia) y el mejor ministro de una excelente administración (la de Danilo Medina).
Muy pocas veces un hombre exitoso en el sector privado repite la hazaña en el manejo del Estado. Por el contrario, la historia está repleta de casos en los que el empresario próspero que decide entrar en la actividad política fracasa como gobernante o funcionario. Vargas Maldonado es el único político dominicano con una fructífera obra tanto en lo público, como en lo privado.
Sin embargo, ni la eficiencia demostrada como funcionario público, ni su éxito en el sector de la construcción, ni su característica prudencia me conducen a pensar en él como el presidente que este país necesita para salir del atolladero en que lo tiene metido la actual administración. Las cualidades que me llevan a identificarle como la alternativa para el 2024 son: resiliencia y templanza.
Ningún político dominicano a lo largo de nuestra historia ha recibido tantos y tan despiadados ataques como el líder perredeista. Desde el momento mismo en que decidió lanzarse tras la alcaldía de la capital en 1997 sus adversarios no han escatimado esfuerzos, ni recursos para divulgar toda clase de fábulas y maquinaciones asociando su figura a todo tipo de actividades malsanas.
Como prueba de su templanza, ha preferido enfocarse en trabajar por las ideas en las que cree y en ejercer la política de manera propositiva, a tal punto que, hasta el día de hoy, no se conoce una sola declaración suya que pueda interpretarse como hiriente u ofensiva.
Lo más admirable de este extraordinario ser humano es que, en vez de lamentar los daños ocasionados por los dardos envenenados que a menudo le lanzan o de victimizarse por la intensa y extensa campaña de descrédito que busca desfigurar su imagen pública (no sin cierto éxito), persevera en el objetivo de ver cristalizada su visión de país convirtiendo cada adversidad que enfrenta en un peldaño más hacia la cima. Con esa actitud pone de manifiesto que es un hombre resiliente, que no se amilana ante nada, ni nadie.
A menos de dos años de las elecciones, todavía se desconoce si Miguel Vargas retomará su candidatura presidencial pospuesta desde 2015. Lo que sí conocemos ya, además de su capacidad gerencial, sus aptitudes de estadista y su vocación conciliadora, es que Miguel posee la templanza y la resiliencia necesarias para enderezar el rumbo de la nación dominicana y llevarnos nuevamente por la senda del bienestar y el progreso perdidos en 2020. Ojalá la mayoría de los dominicanos tengamos la certeza de que en 2024 merecemos una nueva oportunidad.
Excelente, articulo hermano. Además un hombre decente, el más ofendido y el más traicionado en el ámbito político. Sin embargo, es un hombre sin recorres. Finalmente, creo firmemente que Miguel Vargas tienes las condiciones para ser PRESIDENTE. y
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Bárbaro JCG!!! Que tupé!
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