
Huelga repetir lo que todos sabemos acerca de las graves consecuencias que tendría para el mundo el que la crisis en Ucrania escalase a otro tipo de conflicto bélico. La solución a esta situación requiere mucha madurez de sus protagonistas y una apuesta total por la vía diplomática que tiene en el respeto e implementación de los Acuerdos de Minsk el punto de partida ideal para la construcción de consensos que aseguren una convivencia civilizada, fortalezcan la democracia y establezcan la paz duradera en esa importante región del planeta.
Cualquier jefe de Estado con un minimo sentido comun y rudimentarios conocimientos acerca de geopolítica, haría votos para que prevalezca el diálogo a través de los mecanismos de control regional representados en el Cuarteto de Normandía y exhortaria a sus integrantes a procurar que de este impasse surjan nuevas oportunidades para que el pueblo ucraniano alcance el bienestar y la prosperidad, sin menoscabo de su propia soberanía, ni tampoco de la seguridad de Rusia.
Sin embargo, Luis Abinader, fiel a su costumbre de buscar aplausos a toda costa y quizás procurando que Estados Unidos le acaricie el lomo en señal de aprobación, se destapa con una declaración que, además de revelar la poca seriedad con la que los ocupantes del Palacio Nacional manejan nuestra política exterior, reflejan su nula comprensión acerca de los alcances que puede tener este conflicto, no solo para la salud de la economía local, sino para todo el hemisferio.
Abinader se habría catapultado como un verdadero hombre de Estado si, en vez de esa risible condena a Vladimir Putin, hubiese pedido una reunión de urgencia de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) para construir un plan de contingencia regional orientado a amortiguar todas las consecuencias de esta crisis, empezando por la más inmediata: la subida de los precios del petróleo y su resultante impacto en la ola de inflación que ataca al mundo en estos momentos.
Teniendo en la región importantes países productores de petróleo y gas natural como México, Ecuador, Venezuela, Colombia y Bolivia la misión de construir ese plan podría generar nuevas formas de cooperación multilateral que implique el compromiso de involucrar la producción de alimentos como mecanismo de intercambio para aligerar la carga económica que, seguramente, va a generar el conflicto hasta tanto se pueda normalizar la situación. Y quién sabe si ese escenario puede servir para encontrar el camino hacia la anhelada integración latinoamericana y caribeña.
Apostar por la paz en Ucrania y llamar al diálogo regional para enfrentar la crisis, es el camino que manda a tomar la sensatez y el buen juicio, pero Abinader ha preferido el camino estridente de una condena a Putin que, a la par de llevarse el aplauso gringo a su genuflexión, logra también en las redes sociales una infinidad de memes como homenaje a su ridiculez.
Abinader esta atado a la geopolítica. La linea norteamericana es que sus aliados se suman a sus posiciones. Como hizo Hipólito Mejia -presiente de la República por el PRD -con respecto a Irak.
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Paz e integración, se me quedan esas dos palabras de tu excelente artículo. Gracias!
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